DATOS PROYECCIÓN
Idioma: castellano
Día: 17 Noviembre Sabado, 20:00 horas
Donde: sala usos multiples ikastola Lizarra
Precio: gratis
El diaporama consta de dos partes una del viaje hasta Pakistán desde EH haciendo exhibiciones de Aizkolari y la otra del intento invernal al G1 este invierno.
alex txikon Alpinista y aizkolari Entrevista en Diario de Noticias
http://www.noticiasdenavarra.com/2011/04/28/deportes/montanismo/los-himalayistas-estamos-cansando
ALEX Txikon es alpinista. Y de los buenos. Tiene ocho ochomiles, una cifra al alcance de muy pocos. Sí, es alpinista. Pero Alex Txikon también es aizkolari. Le encanta eso de picarse con apuestas para ver quién corta más troncos en menos tiempo y cosas de ese tipo. Sí, es aizkolari. Pero lo que realmente es Alex Txikon es albañil. Con eso se gana la vida. «Tenemos una empresa familiar, de casa, en la que también trabaja mi hermano. Antes estaba mi padre, pero murió justo antes de ir yo al Gasherbrum. Somos siete trabajadores y el peso lo suelo llevar yo», explica enfundado en su mono de trabajo. «Espera, que cargo esto último que queda y charlamos», había anunciado antes. El buzo, el hacha y el piolet componen la ajetreada vida de Alex Txikon.
«Hoy es el día que digo: Para qué montaría la empresa cuando podría estar trabajando como autónomo ocho horas. Además, con este momento de crisis… Aunque la verdad, aquí nos conoce mucha gente y tenemos muchísimo trabajo, pero para eso tienes que bajar los precios, hacer las cosas bien y trabajar duro», señala el vizcaíno cuando está cerca de concluir una jornada de diez horas laborales. Etxizu, su empresa, le deja poco tiempo para sus dos pasiones: la montaña y la aizkora.
«Me gustaría, si saliera algún patrocinador fuerte, dejar un pelín de trabajar, seguir trabajando pero un poco menos, para poder entrenar más y así poder dar mejor rendimiento», admite. Por ahora, con Satlink, Negarra, Alkizabal, Mendiko Etxea, Isabel, Oliburgo y Artetxe General Group va tirando. «Vivir de la montaña es complicado. Hay gente que me dice que este es mi momento. Pero por ahora no tengo grandes esperanzas. Ni me lo planteo», asume.
Y es que este lemoarra de 28 años ha tocado ya grandes picos. Porque dentro de su doble personalidad deportiva, la montaña está un peldaño por encima de los deportes rurales: «Mi prioridad es el monte, pero cuando estoy aquí me encanta disfrutar del hacha, me encanta disfrutar del herri kirolak».
Su último reto ha sido intentar ascender el Gasherbrum I en época invernal por una nueva vía -23.000 euros de presupuesto para tal aventura-, aunque tuvo que renunciar a ello y tratar de coronar la cima por la ruta clásica en estilo alpino; desafío que tampoco pudo consumar. Ha sido el último proyecto de un alpinista que busca el otro lado de la montaña, nada de experiencias comunes.
«Me gustan los retos distintos, pero tampoco extremadamente complicados. En los últimos años se está viendo que hay mucho himalayista, y creo que hay que dar un poco más. Yo no critico que la gente se lance a las rutas normales. No lo critico y no lo criticaré porque yo también lo he hecho. Pero creo que los himalayistas ya estamos cansando un poquito y hay que hacer cosas alternativas», destaca.
Txikon tiene en su haber ocho ochomiles: «El primero fue en 2003, con 20 años. Fuimos al Broad Peak. Allí conocí a Iñaki Ochoa de Olza. Luego, al año siguiente, repetimos y fuimos al Makalu, luego al K2… y ya desde entonces no hemos parado prácticamente».
Fue a los 16 años cuando «dejé de jugar al fútbol y empecé a escalar», cuenta Alex. «Mi hermano Javi estuvo en 1994 en el Cho Oyu y con el club de montaña de Lemoa y la afición que hay, que es muchísima, empecé a meterme en este mundo. También me acuerdo de ir a ver proyecciones de Alberto y Félix (Iñurrategi) y de Juanito (Oiarzabal) cuando era chaval», apunta.
Ahora es él quien desafía a las más altas cumbres. «De cada expedición me quedo con una cosa. Siempre aprendes algo. Aunque de las expediciones que más aprendes es de aquellas en las que no haces cumbre», considera Txikon, que ni barrunta completar los catorce ochomiles: «Yo, otros retos. Como lo que hemos hecho ahora en invierno. Hay muchísimas montañas y luego está la posibilidad de las nuevas rutas. A mí me gustaría seguir los próximos dos o tres años en esta línea en la que estoy. Cada vez voy conociendo mejor mi cuerpo y vas afinando la técnica. Me gustaría intentar algo más potente. El tiempo dirá».
Las aventuras del montañero vasco llegan a ser tan ocurrentes que parecen inverosímiles: «En 2007, tres amigos y yo fuimos en coche hasta Katmandú. Hicimos 12.600 kilómetros en 29 días y después escalamos el Shisha Pangma. Fue una experiencia bonita. Y ahora, en junio, nos gustaría volver cortando con el hacha un poquito por el camino. La gente ya me dice: Buah, ¡qué ganas tienes de liar la manta! Pero es lo que me gusta. Somos movidos y lo hacemos para nosotros, no para nadie. Una vez allí, intentaremos el K2 aclimatando en el Gasherbrum».
LA MONTAÑA Y LA MUERTE Desde fuera, desde la barrera, montaña y muerte a veces tocan en el limbo por el riesgo, por lo extremo de la proeza, pero el alpinista nunca depara en ello. «Jamás lo piensas. Solo en los momentos en que estás jodido. Es una cosa que está ahí, pero nunca se habla», asegura Alex Txikon, al que le ha tocado sentir el fallecimiento de compañeros de expedición y de amigos como Iñaki Ochoa de Olza o Ricardo Valencia. «Sabemos que nos puede pasar y que hay mucho riesgo, pero lo mismo me puede pasar trabajando aquí. Yo me siento muy seguro en la montaña, veo posibles peligros, pero no la muerte», insiste.
Txikon no ha sufrido en sus propias carnes el acecho de la muerte, pero en 2004, en el terrible K2, vivió junto a Edurne Pasaban -con quien ha compartido las siete últimas expediciones a ochomiles- un episodio de extrema delicadeza en el que, tal y como relata la tolosarra, Alex y Ferrán Latorre la bajaron a rastras mientras ella rogaba, llorando, que la dejaran morir.
«Alex se portó como un auténtico héroe y no dejó que desfalleciera», cuenta la guipuzcoana en su reciente biografía. «Lo mismo que hice yo, habría hecho ella o cualquiera», responde el lemoarra.
«La montaña puede sacar lo mejor de cada persona, pero luego hay cosas feas también. Se oye de todo: que no se ayuda…, pero creo que eso pasa en montañas aisladas, en el Everest por ejemplo, que está todo más masificado», considera el vizcaino, que se revuelve incómodo ante el morbo y el espectáculo que puede llegar a levantar una muerte en el Himalaya.
«Vale que es noticia, ya sabemos todos cómo va esto, pero recordaría a los medios de comunicación que es muy difícil valorar los hechos. Por ejemplo, cuando falleció Tolo Calafat. Lo que pasa ahí arriba, a más de 7.000 metros, ahí se queda. Es muy complicada la situación, el momento, el terreno… Hay tantos factores que influyen… Y hablar sin saber, sin estar allí, sin saber todas las opiniones de la gente es complicado. De aquello se habló demasiado y sin tener en cuenta muchas cosas», reflexiona mientras la conversación va tocando a su fin.
La hora de entrenar se acerca y su otra debilidad asoma: «Ahora voy a cortar unos troncos». Y se acuerda Alex de los piques que va dejando en este mundo, en el que se adentró hace tres años: «El año pasado hicimos una apuesta: levantar la piedra de 100 kilos 25 veces, cortar 14 troncos y 7 kilómetros. Perdí, pero en la plaza de toros de Azpeitia había un ambiente superbonito. Es para repetir. Este año me gustaría volver a hacer algún desafío así».
Y es que, como reconoce Alex, «me paso la vida corriendo, de un lado para otro. Es jodido sacar todo adelante, pero hay que hacerlo».