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28-5-2011. Marruecos Toubkal

Escrito de Salsamendi un buen complemento.
TREKING TOUBKAL 2 011 escrito Salsamendi

Historia de 7 buenos Días
El pasado sábado 4 de junio concluyó, con sorpresa incluida, el viaje organizado por el Club Montañero de Estella a Marruecos. Al llegar a la estación nos encontramos con un ongi etorri que pocos se imaginaban, una reunión de amigos y familiares, con el ikusi Mendizaleak como música de fondo y algo de champán con el que celebrar y brindar por la “ruptura de techo” que más de uno de nosotros consiguió al ascender al Toubkal.

En todas nuestras caras se podía ver la alegría que acumulamos en los ocho días que duró la pequeña aventura, aunadas, eso si, con ciertos síntomas de fatiga. En algunos rostros también pudieron apreciarse algunos indicios de la tensión que provocaron las últimas partidas de mus jugadas en el autobús de vuelta.

SÁBADO 28

El viaje comenzó la madrugada del sábado 28 de mayo. El autobús que nos llevó hasta el aeropuerto de Barajas nos esperaba a las 2 de la madrugada en la estación de Autobuses de Estella Lizarra. Tras intercambiar algunas impresiones y bromas, en pocos minutos todos comenzamos a buscar la mejor postura para dormir, aunque fuese a pequeños intervalos. A juzgar por las vueltas que dábamos y las distintas posturas, propias de los más celebres contorsionistas, en la que podíamos ver a los compañeros que se encontraban más próximos al abrir el ojico entre cabezada y cabezada, observamos lo difícil que resultaba encontrarla.

Tanto el viaje en autobús hasta Madrid, como el posterior viaje en avión, trascurrieron normalmente, llegando sobre la hora prevista al aeropuerto de Marrakech. Allí un guía natural de Imlil, con el que ya habían compartido otros viajes algunos integrantes del grupo, nos recogió en dos furgonetas para llevarnos a comer antes de emprender la marcha hacia la zona del Atlas. Habiendo comido el tradicional tallin, esta vez con verduras y cordero, y bebido parte de nuestra ración diaria de té, emprendimos el viaje para hacer noche en el hospedaje situado en el pueblo de Imlil desde el cual íbamos a comenzar el trekking.

DOMINGO 29 Y LUNES 30


Los dos primeros días trascurrieron con caminatas no muy exigentes, de poco desnivel, pudimos disfrutar de los paisajes de media montaña marroquíes, en los que los mayores apuros que pasamos eran esquivar a los burros que pasaban en ambas direcciones, abarrotados de carga, o al cruzar algún riachuelo venido a más. El primer día, caminamos de Imilil (1.740m) a Matate (2.003m), otro pueblecito próximo, en el cual cenamos y pasamos otra noche. Algunos de nosotros, antes y después de cenar, amenizamos la noche con unas divertidas partidas de mus y unos tragos de pacharán.

Al día siguiente la ruta fue entre Matate y Azib Tamasoult (2.250m). Quizá nos dimos algo más de tute que el día anterior. Paramos para comer en un pueblo a mitad de camino. Esta vez fue una ensalada muy variada lo que nos tenían preparado, con tomate, atún, pasta, cebolla, pimiento y unas sabrosísimas olivas, aderezado todo esto, como no, con el famoso cilantro.

Avanzada la tarde llegamos a un pequeño refugio de montaña, que compartimos con los guías, sus ayudantes-cocineros y un grupo de franceses que, al igual que nosotros, estaban pasando unos días por la zona más septentrional del Atlas marroquí. Antes de la cena nos dio tiempo a ver una pequeña patxanga futbolera entre los montañeros y algunos de los compañeros de los guías, cantar y bailar, tanto sobre ritmos autóctonos de aquellas tierras como también sobre otros más conocidos para nosotros. Para terminar con el esparcimiento antes de la cena realizamos nuestros ejercicios diarios de estiramientos dirigidos, como no podía ser de otra forma, por Iñaki Arbizu, ya que la mayoría de nosotros no sabíamos más de 3 ejercicios a lo sumo.

La mayoría de nosotros no habíamos estado todavía por aquellas tierras, y esto hacía que tuviéramos ciertas ideas preconcebidas, Nos sorprendió gratamente la disponibilidad de agua que tenia la gente en aquellos lugares, debido a los numerosos cursos de agua que discurrían por las montañas. A pesar de contar con tecnologías tradicionales sacaban rendimiento de la misma, usándola para sus necesidades doméstico-sanitarias y riego de numerosas zonas cultivadas en terrazas a lo largo de todas las superficies más próximas a los núcleos de población. Quizá lo más llamativo, de lo que pudimos percibir en lo referente a los cultivos, fue la gran cantidad de cerezos y nogales que se desarrollaban en esa zona de gran altitud.

Las primeras jornadas nos sirvieron para aclimatarnos, quizá más que a la altura a otros aspectos como al calor, algo más intenso del que veníamos acostumbrados, a los esfuerzos físicos en altura, a las comidas y formas de cocinar, etc. Nos facilitó la tarea que las rutas que recorrimos no eran demasiado exigentes y, aunque pasábamos gran parte del día andando y llegábamos cansados a los lugares de pernocta, los desniveles desarrollados no fueron excesivamente duros. También era importante acostumbrarnos a la forma de cocinar y a las comidas que preparaban. Ellos si que parecían estar bastante a acostumbrados a cocinar y servir algunas de sus comidas más típicas al gusto de los turistas; los desayunos, por ejemplo, eran prácticamente occidentales.

MARTES 31

Una vez trascurrido este pequeño periodo de aclimatación emprendimos viaje hacia el refugio del Toubkal. A media mañana el grupo se dividió en dos al llegar a Tamasoult, a 2250m de altura. Los integrantes de uno de ellos se dispusieron a realizar una ascensión un poco menos dura, en cuanto al aspecto físico y técnico se refiere, pero no menos bonita, el Aguelzim 3716m. Mientras, el otro grupo se decidió a intentar ascender al primer cuatro mil de la expedición, y el primero en la vida de muchos de nosotros.

Esta segunda montaña era el Biiguinnoussene, y tenia 4002m de altura. Debido al estado de la nieve en algunos sitios y a las condiciones técnicas que imponían otras zonas de paso obligado, los integrantes más experimentados y curtidos decidieron posponer la subida para el próximo viaje al Atlas, estando ya muy cerca de la cima. Almorzamos unos metros más abajo para reponer fuerzas y seguir la marcha hacia el refugio de Toubkal. Bastante cansados pero con muy buen humor, y mejor apetito compartimos la comida y la bebida que cada uno había transportado, lo que fue la tónica de todo el viaje.

Ya en el refugio pudimos cenar y descansar de nuevo antes de la ascensión al objetivo inicial que era el Toubkal, el monte más alto de la cordillera. Debido a pequeñas indisposiciones cuatro de los integrantes de la expedición tuvieron que renunciar a la última ascensión y se quedaron en el refugio haciendo labores logísticas, vaya, como etimológicamente indica la palabra, comer y dormir bien.

MIÉRCOLES 1

Tres aburridos personajes madrugaron un poco más y hollaron la cima del Ras 4.087m y luego la del Toubkal 4.167m. Por lo que se rumoreaba por el valle, en el control antidoping habrían dado positivo.

El momento en el que sucesivamente íbamos haciendo cima fue especialmente bonito. Al quedar pocos metros sentíamos que la cumbre nos iba recibiendo, junto con el ánimo de los compañeros. Esto fue… ¡dejarme ser cursi! Bestialmente bonito. Los abrazos que todos nos dábamos a todos, se quedarán en cada uno de nosotros para siempre. Ahí fue el momento en el que nos dimos cuenta de que la decisión de realizar esta expedición fue un absoluto acierto, y que mejores compañeros de aventura era imposible tenerlos. El recibimiento que fuimos haciendo a los que llegaban en último lugar con nuestros piolets en alto haciéndoles un bello arco fue “de foto”. El resto de los montañeros que pertenecían a otras expediciones se nos quedaban boquiabiertos, no era para menos, éramos un espectáculo en la cumbre. La foto del grupo entrañable junto a las canciones que se cantaron.

Una vez descendido el Toubkal disfrutamos de la última comida en el refugio y emprendimos la marcha de nuevo hacia Imlil, donde dormiríamos una vez más antes de viajar a Marrakech. Para la última cena allí nos prepararon un cordero asado del que, al igual que toda la comida que nos hicieron durante esos días, se dio buena cuenta.

JUEVES 2

El jueves, el único pequeño incidente durante este viaje fue el pinchazo de una rueda, y mientras se cambiaba, la mayoría de nosotros aprovechó para estirar las piernas, tomar algún refrigerio en un “área de servicio” típica marroquí y darle unas caladas a ese controvertido vicio que supone en nuestro grupo montañero el tabaco.

Ya en Marrakech la primera visita fue al hotel donde íbamos a pasar nuestras dos últimas noches en tierras africanas. Las furgonetas en las que habíamos venido viajando estos días nos dejaron el un lugar próximo al casco antiguo, hasta donde es posible circular con esos vehículos. Allí varios porteadores provistos de un carro de dos ruedas, en los que ellos mismos ejercían de tracción, se disputaron el traslado de los bultos que llevábamos, llegando incluso al uso de “palabras mayores” que, como es de suponer, intuimos más que nada.

Al alojamiento, un Riad (palacete tradicional marroquí), no se le podía pedir más. Además de estar ubicado a escasos metros del bullicioso zoco de la ciudad y de su casco antiguo, disponía de una bonita decoración propia del país donde está ubicado, con una terraza de vistas extraordinarias, un patio interior provisto de piscina, zona de internet pegada a otra de lectura, en la que te podías sentar en sus típicos sofás, y otros espacios comunitarios, de igual forma muy bien ambientados, en los que se podía desconectar un poco del bullicio y ajetreo de esa zona más turística de Marrakech en la que nos encontrábamos inmersos.

En cuanto se hizo el reparto de habitaciones y cada uno dejo sus trastos en ellas, la mayoría de nosotros, menos uno concretamente, que se quedo pateando el mobiliario de la piscina, se tomó el primero de los muchos baños que procedieron.

Tal vez, lo más sugerente de la ciudad sea el zoco y el ambiente que en él se respira en sus horas punta, que son casi todas. Motocicletas, bicis, mulas, carromatos y peatones circulan esquivándose en una vorágine que tiene lugar por las más intrincadas calles y pasajes de esa parte de la ciudad. Todo ello transcurre ante la mirada de los tenderos, que regentan los mil y un establecimientos que conviven puerta con puerta. Los gases emitidos por los vehículos se entremezclan a su vez con el olor expedido por los propios establecimientos de comida, cuero, herboristerías, esencias, etc. La mayor parte de estos están destinados a llamar la atención de los cientos de turistas que frecuentan dichas calles diariamente, pero también algunos otros están destinados a satisfacer algunas de las necesidades de la población marroquí.

Por sus estrechas y laberínticas calles se entremezclan continuamente los innumerables colores y olores de todos los productos que en ellas se exponen y se venden, ya sean de productos comestibles o no. Parte del encanto de esta parte de la ciudad reside en caminar por las calles sin saber qué destino es el elegido, sin conocer qué sorpresa deparará el paso siguiente, algo que todos disfrutamos la primera tarde que pasamos en Marrakech. Más que visitar las plazas y monumentos emblemáticos de cualquier ciudad, en Marrakech hay que dejarse seducir y embaucar, por las sensaciones y emociones que se tienen al trascurrir por sus calles.

Cenamos en la plaza Jemaa el Fna. Avanzada la tarde comienzan a llegar a ella multitud de vehículos portando las estructuras a partir de las cuales se van a conformar los chiringuitos que en pocos minutos poblarán prácticamente toda la superficie de la plaza. Casi todos los establecimientos que dan comida están orientados a atraer a turistas aunque igualmente se puede ver a los propios marrakechíes disfrutando de las cenas que sirven en algunos de ellos, en los que los precios son más baratos y se les suele ver comer con las manos.

Al pasar a unos metros de los chiringuitos continuamente te ves asaltado por los propios camareros, que de manera muy vehemente insisten para que sea el suyo en el que te sientes a cenar, siendo siempre conscientes de las ganancias que supone atender a una persona extranjera.

En todos puedes disfrutar de la cocina marroquí. Puedes cenar tallines, cuscus, pinchos morunos, calamares fritos, cualquier parte del cordero, ensaladas, incluso hay establecimientos en los que venden exclusivamente caracoles,… por precios que rondan los 40 o 70 dh por persona. Es una experiencia que merece la pena vivir, o incluso se puede decir que sufrir, dependiendo a quien le preguntes. La comida discurre entre un continuo bullicio, de gente, música, ruido de platos, alguna moto, que te obligan elevar el tono de la conversación al borde del chillido, sumidos a su vez en una neblina constante causada por la multitud de cocinas que se agrupan en un reducido lugar. Además, algo que tu estomago te agradecerá es no repetir muy a menudo la cena en ese lugar, ya que para personas poco acostumbradas a comer “fuera de casa” puede resultar difícil de digerir.

VIERNES 3 Al día siguiente, ya viernes, el grueso de la expedición visitó una de las ciudades más bonitas de toda de la costa atlántica marroquí, de hecho esta considerada como patrimonio de la humanidad. Se quedó con el guía a las 7 horas en la puerta del hotel, todos estábamos sin desayunar y le pedimos, un lugar donde poder tomar algo. Y, siguiendo la tónica del viaje, nos llevo a un lugar en el que se disfrutó de un desayuno que aún recordamos muchos de nosotros. Posteriormente, tras más de 2 horas de viaje llegamos a destino, no sin antes poder seguir viendo por la ventanilla de la furgoneta, las grandes diferencias que hay entre continentes: burros por tractores con sus remolques, hombres y mujeres con sus guadañas por cosechadoras, medios de transportes colectivos que poco tienen que ver con los de nuestro continente…..
Nos dejaron en la misma playa de Essaouira y todos fuimos paseando por el puerto. A Koldo le recibió una gaviota en el puerto con especial cariño y contundencia ¿verdad? Otra imagen curiosa, relacionada con sus costumbres y las tecnologías de las que disponen, fue ver el pescado expuesto en los propios carromatos de los pescadores, sin más protección que un toldito que les quita un poco el sol y una nube de moscas que se encargan de disuadir a otros animales de dicho género. Como refrigeración, en este caso, al igual que los vendedores de carne del centro de Marrakech, “optan” por un poco de agua junto con el aire que corre.

La cálida bruma que nos recibió hizo que la ciudad tuviera un pequeño halo de misterio, las fotos tuvieron un color especial. Es una ciudad repleta de placitas, de murallas, de fortificaciones, de monumentos históricos. Durante las últimas décadas ha sufrido un desarrollo notable, que la ha hecho ser un lugar muy señalado para diversas practicas turísticas, en las que se combinan los deportes acuáticos, una gastronomía típica muy influida por los alimentos extraídos del mar, un patrimonio único, el bullicio y trasiego característicos de una gran ciudad marroquí, etc. Conocimos el resto de la ciudad, recorrimos sus serpenteantes calles, nos metimos por el zoco, hicimos nuestras compras y…. por fin nos esperaba nuestra comida. Comida que hicimos en el mismo puerto en una de sus muchas casetas donde estaba el pescado expuesto para ser elegido, asado y comido. Buenísimo todo. En el viaje de regreso estuvimos hablando de todo aquello que durante estos estupendos días estábamos viviendo.

Estos viajes, como casi todos, ya te desplaces a otros países, e incluso otro a continente como fue el caso, o sean a lugares más próximos del lugar donde nos hemos criado, nos hacen vivir bonitas sensaciones. Así mismo nos dan la oportunidad de experimentar un nuevo conocimiento del mundo en el que vivimos, otras culturas y formas de vida. Un conocimiento que no es relevante quizá por su utilidad práctica, sino más bien por permitirnos estimular una disposición mental más comprensiva y abierta. Si dejamos a un lado los prejuicios adquiridos culturalmente y el complejo etnocentrista de sentirnos europeamente superiores a otras culturas y formas de entender la vida, podremos concebirnos más integrados en este mundo en el que vivimos, comprender algo más del pasado común que compartimos. Para ello es importante no ver, por ejemplo, como gente extraña y de hábitos atolondrados y subdesarrollados a personas que viven en ellos (así podrían vernos algunos turistas que se acercaban a la península en los años 50 y 60) Esto nos permitirá apreciar la belleza y el significado de la diversidad de formas de vida. Así podremos darnos cuenta de que las diferencias, a las que injustamente llamamos subdesarrollos, que les achacamos e incluso reprochamos en algunas ocasiones, no son tal. Son circunstancias y momentos de la vida que no nos hacen ni más ni menos aptos para una consideración humanística, cultural, personal.

Al final de la expedición las sensaciones que reflejaba el grupo eran de enorme satisfacción. Incluso algunos de nosotros volvimos con mejor tipo debido a los kilicos perdidos, ya no tanto por la comida y los esfuerzos realizados en el monte, si no de los kilómetros realizados al baño y sus posteriores consecuencias. Muchos de nosotros podemos constatar que la acción constringente del té parece ser más un mito que una realidad científica, por que a pesar de los litros y litros que bebimos no pudimos evitar estas regulares y, quizá para los asépticos y esterilizados europeos, no menos tradicionales visitas al retrete. A pesar de estos y otros pequeños contratiempos, para todos los integrantes el bagaje fue más que positivo ya que todos pudimos disfrutar de un viaje muy completo, en el que a demás de las caminatas propias de un grupo montañero se disfruto de un continente distinto, con sus gentes, con sus comidas típicas, descanso en un bonito hotel, el contraste de paisajes, turismo por dos de las ciudades más emblemáticas de Marruecos,…
Agradecimientos:
Al culebrilla más culpable de que se hiciera
A Marruecos por brindarnos tantos momentos
Al monitor por los estiramientos
A los que nos llevaron (aunque fuese a Madrid) y trajeron en el bus
También al del avión… y al que lo inventó
A los perros de la aduana
Al esfuerzo e ilusión que todos pusimos en cada uno de los días
A nuestras maravillosas enfermeras, que nos atendieron tan bien
A los burros, Arantxa a uno en especial
A la gente que nos cocinó durante el trekking
A los montes, por estar ahí
A los guías por el trato recibido
A la comida que las mujeres nos pusieron para llevarnos
A la pachamama por tener lugares tan bonitos y regalarnos el tiempo que tuvimos
A Alá por hacer que en una de las furgonetas hubiese una rueda de repuesto, solo él sabe el tiempo que hubiésemos estado allí de no ser así
A Maika por curar el dedo al Pukas
A la señorita del cambio en Marrakech por ser tan majica a la hora de hacerte el lio
A la gente que vino a recibirnos
A los controladores aéreos por no elegir ninguno de los dos días que viajamos para ponerse en huelga… ¡y a los pilotos, y a los pilotos!
A toda la gente que vino por hacer un grupo tan majico y crear tan buen ambiente